El veganismo y la cultura de la carne

¡Oh dioses! ¿Puede darse mayor delito que introducir entrañas en las propias entrañas, alimentar el cuerpo con otros cuerpos y conservar la vida dando muerte a un ser que, como nosotros, vive? ¿Por qué ha de ser la matanza el único medio de satisfacer vuestra insaciable gula?

Desde que Pitágoras (siglo VI a. de J.C.) pronunciara esta exhortación a favor de una dieta exenta de carne y sus seguidores formaran una comunidad vegetariana, la historia de la humanidad se ha caracterizado como una lucha para recuperar la identidad moral del ser humano. En la actualidad, millones de personas en todo el mundo siguen una alimentación vegetariana o vegana (sin productos de origen animal), motivados por los mismos principios que expuso el gran filósofo y matemático griego: la salud física, la responsabilidad ecológica y las mismas motivaciones filosóficas o espirituales que también hoy nos preocupan.

¿Qué podemos hacer para salvar nuestro entorno natural y hacer menos rentable la devastación ambiental y la destrucción de formas de vida únicas existentes desde hace millones de años?

El uso irracional de los recursos naturales para satisfacer una mítica necesidad de proteína animal a cualquier precio (vacas locas, fiebre aftosa) está afectando seriamente la salud y la confianza de los consumidores, que asisten impasibles al dantesco espectáculo de la destrucción masiva de millones de animales, manipulados y enfermos, víctimas de la irresponsabilidad y la codicia de intereses egoístas.

El resultado de los graves errores dietéticos, que hipotecan la salud de todo el planeta, se manifiesta en la pésima calidad de vida y las enfermedades degenerativas que padecen los animales -como la encelopatía espongiforme bovina- en los sistemas intensivos donde viven hacinados y medicados; las enfermedades humanas de origen nutricional como la arteriosclerosis, la hipertensión, el cáncer o las enfermedades del corazón; los costes medioambientales de los cultivos masivos de cereales y piensos para satisfacer la innecesaria demanda de carne; la degradación del suelo, el agua, el aire y el medio ambiente por la quema y la tala indiscriminada de los bosques; la utilización de harinas cárnicas, Iodos, pesticidas y contaminantes químicos para rentabilizar más las explotaciones ganaderas, etc.

Una parte significativa de los muchos problemas medioambientales y sociales que afronta la humanidad están relacionados con la cría de 1.500 millones de animales en explotaciones ganaderas que ocupan una cuarta parte de toda la masa terrestre del planeta. La destrucción de millones de hectáreas de bosque virgen tropical en América Central y América del Sur para aumentar el área de pastizales está provocando la desaparición de especies enteras de plantas, así como como docenas de especies de pájaros, mamíferos y reptiles. Las técnicas empleadas por la ganadería intensiva causan, además, la pérdida irreparable de la capa fértil del suelo.

Mientras el hambre mata a millones de personas por carecer de los cereales que se dedican para alimentar al ganado, otros tantos mueren a causa de las enfermedades que se generan con el consumo de carne de animales alimentados a base de cereales.

La práctica del veganismo es la forma más directa de colaborar a proteger el medioambiente; siguiendo una dieta vegana, por ejemplo, a base de fruta, vegetales, cereales y legumbres, gastamos menos del 10% del agua necesaria para alimentar a alguien de carne.

¿Tiene sentido explotar a otros animales similares a nosotros y alimentarnos con ellos?

La domesticación de los animales ha conducido a una degradante y peligrosa manipulación y clonación de los animales para patentar y comercializar sus vidas y sus cuerpos. Un rinoceronte, un elefante, un tigre, un pollo, una vaca, un cerdo o un pez son seres sensibles con un valor económico asignado que les priva de libertad para evolucionar como individuos, viéndose sometidos a todo tipo de vejaciones y malos tratos antes de perder la vida insensatamente por unos trozos de carne o algún trofeo o ‘souvenir’ para satisfacer la demanda insensible de quienes son incapaces de solidarizarse con unos seres que vivieron, respiraron y debieron compartir un planeta que no nos pertenece.

La actual crisis alimentaria mundial es ante todo una crisis de valores que requiere la adopción urgente de medidas alternativas de rechazo a los métodos obsoletos de producción de alimentos basados en la obtención rápida del máximo beneficio.

A pesar de los riesgos para la salud pública, derivados del consumo de animales estresados, mutilados o enfermos, millones de seres dignos de respeto y consideración viven privados de sus instintos naturales y mueren miserablemente, porque, tanto a nivel individual como colectivo, rehusamos admitir que los productos que se obtienen de los animales provienen de seres sensibles condenados, por un silencio cómplice, a morir anónima y cruelmente después de una corta existencia antinatural carente de sentido.

El consumidor ético: una cuestión de salud y solidaridad

El mejor modo de expresar nuestra solidaridad y nuestro compromiso más sincero con los demás es lograr asumir un estilo de vida responsable. La única forma de frenar el horror insensato y la destrucción masiva de infinidad de millones de seres sensibles es mediante el cese de su explotación y consumo. Tanto si somos o no vegetarianos, para empezar a resolver los graves problemas que a todos nos afectan, es necesario participar en la busqueda de soluciones y adoptar una actitud que nos permita dejar de ser parte integrante del problema.

Para merecer la solidaridad y el respeto social es esencial asumir una mayor responsabilidad personal y estar mejor informados sobre el impacto positivo o perjudicial de nuestros hábitos de consumo a nivel animal, humano y medioambiental. Sólo así podremos definir como verdadera nuestra afinidad natural por los alimentos y satisfacer nuestras auténticas necesidades utilizando solamente productos o artículos obtenidos y testados éticamente que sean respetuosos con la vida y el medioambiente.

La rectificación de muchos errores dietéticos importantes basados en el consumo de productos de origen animal, carentes de fibra y ricos en colesterol, implica reducir gradualmente su uso o eliminarlos por completo, siguiendo unas reglas básicas, llenas de sentido común:

 

  • Para ser consumidores responsables debemos cuestionar la naturaleza, el origen y los métodos de producción de los alimentos.
  • Las características de los alimentos, igual que la composición de la leche, están fisiológica y específicamente adaptados para cada especie.
  • La carne de cualquier especie es un producto inadecuado para el ser humano que no puede asimilar las purinas ni los despojos animales.

 

Si aceptamos que somos lo que comemos y superamos la dependencia de los animales, el veganismo es la vía más ética, adecuada para eliminar las barreras que nos impiden disfrutar de buena salud y establecer una relación más sana y respetuosa con los seres vivos y la naturaleza.

Francisco Martín,
Presidente de la Asociación Vegana Española (AVE)